jueves, 18 de agosto de 2016

  Estuvo ahí desde que nací, pude acercarme tanto ¿Por qué no tuve de niña el valor para confesárselo a mi madre? ahora ya no es algo relevante, pero mejor tarde que nunca. Ernesto es un gran hombre, tengo mucha suerte de tenerlo, pocos arriesgan como él por personas con ideas alocadas como yo. Esta calle no se merece ni una muerte más, vamos a atrapar al ente maligno que habita esa casa.Todo comenzó cuando era apenas una niña. Era una noche fría, en la cual tuvé un sueño donde todo se veía muy difuso, como en cámara lenta. Estaba yo entrando a la extraña casa para refugiarme de una tormenta. La puerta se abrió, yo era una pequeña muy curiosa, así que decidí investigar todos los cuartos. Lucía tal cual me lo imaginaba deprimente y lleno de recuerdos ajenos, hasta que algo me detuvo. Era un objeto delicado de oro, no tengo buena memoria, pero ella lo llevaba siempre. Sí, ahora me acuerdo, una pulserita de la que pendía un corazón. Cuando lo vi, mi mente se aclaro, y comprendí que tal vez sí había una posibilidad de que sufríera problemas psiquiátricos, de que Elaisa nunca hubiera existido, y que fuera un producto de esa pulsera. La espesa capa de polvo parecía reirse de mí.

Era el mío un barrio tranquilo, de casa bajas, donde los chicos jugaban a la rayuela en la calle sin que nadie los perturbase. Fue así siempre, hasta que aquella rara epidemia comenzó a a llevarse los niños. Los que tenían o iban a cumplir los siete años, iban uno por uno enfermando con fiebres extrañas, que lconsumía a estos lentamente, debilitándolos. Algunos tras curarse, desaparecían misteriosamente. Los otros fallecieron sin remedio existente. Mi demente imaginación enseguida conectó aquellos hechos con la casa.

 Pasado un tiempo, las muertes cesaron, y con los años, todo se olvidó. Un soleado día de primavera, la vieja casa de enfrente abrió sus ventanas. Una hermosa joven se asomó y al verme me saludó. Crucé la calle sorprendida para hablar con ella. Se llamaba Elaisa. Su abuela había muerto hacía poco, y le había dejado unos pesos, con los que ella pudó comprar la casa, casi regalada, y el resto decidió usarlo para terminar su primaria en la nocturna de Verónica. Trabajaba de mucama y estaba cansada de limpiar, quería algo mejor. Nos despedimos esa tarde siendo casi amigas.
Al anochecer, un viento inesperado hizo tronar puertas y ventanas. Recordé los viejos tiempos, cuando la casa de enfrente me despertaba con sus extraños estruendos. Me asomé entonces y vi unas luces que moviendose rápido a través de las cortinas. Temí por Elaisa, pero enseguida intenté sacarme mis raras ideas de la cabeza y me defui a dormir. Al día siguiente, el repartidor del pan me contó que había desaparecido un niño esa noche. Y me dije: Otra vez comenzó todo. Fui a preguntar a Elaisa, pero ella no había visto ni escuchado nada. Salí de allí decidida a hablar en la reunión vecinal, que se había convocado para discutir sobre la reaparición de la epidemia infantil. Me planté frente a los vecinos, y les dije:

   -¿No se les pasó por la cabeza, qué esto tiene que ver con brujería satánica? ¿No pensaron por unos pocos segundos que no es algo natural? -.
 Hablaba sin perder la calma, pero con algo de molestia. Las luces de la noche anterior estaban en mi memoria, junto a todos los viejos recuerdos de mi infancia.
-Vamos, querida-contestó el carnicero. ¿No creerás en serio en todas esas pavadas?-. Me respondió como un adulto a un adolescente que todavía creé en las hadas.
-¿De qué hablas? Esto no es una película, nena, estamos hablando de algo serio, así que si vas a participar decí algo que ayude-. Respondió la madre de uno de los niños con un tono algo autoritario.
-Déjenme opinar, racionalmente habría que tener más atención médica, y exigir que un doctor forense analice los cuerpos de nuestros chicos. En cuanto al comentario de la chiquita loca, no la escuchen está obsesionada con las cosas paranormales-. Un señor mayor intentando de aclarar la situación.
-¡Ineptos!-.
Salí de la reunión enfurecida, nadie me creía.
 Por lo tanto, tuve que actuar sola. Me metí en la casa, sin permiso, aprovechando que Elaisa estaba en su clase. Busqué una vez más la puerta al sótano oculto, la encontré, la abrí, bajé sigilosamente. Ella no tenía idea de su existencia, solo yo. En los planos de la casa tampoco aparecía. Me escondí tras una gruesa cortina. A través de la tela pude observar una serie de símbolos pintados en las paredes, extraños dibujos que nunca había visto, pero me daban mucho miedo. Entonces, vi reaparecer al  grupo de personas diabólicas de mi vieja pesadilla. Me quedé muy quieta, casi sin respirar. Salían de  unos pasadizos a través de la pared. Luego formaron un círculo tradicional. Traían un bulto que depositaron en el piso. Supe enseguida lo que era,  me tapé la boca, para no  gritar. Creo que me desmayé por unos mínutos, no lo sé. Cuando recobré la consciencia, no había nadie. Sólo el cadáver del niño. Entonces escapé a mi casa. Llamé a Ernesto, mi novo, solo él podría creerme, debido al inmenso amor que siente por mí. Le conté todo y prometió venir a investigar. 
Pasé una semana vigilando la casa. Nunca más apareció Elaisa y temí lo peor. Fui entonces directamente a la comisaría:
-Buen día oficial, me atrevo a informarle que en mi calle están ocurriendo muertes inexplicables, y yo personalmente vi movimientos extraños en la casa que esta enfrente de la mía-. 
-¿Cómo es eso? Perdón, pero necesito una explicación más contundente, tengo asuntos pendientes-. replicó respetuosamente, pero con falta de interés el comisario.
-Si ni siquiera analiza la simple explicación que le dí, no voy a perder mi tiempo en complicar mi lenguaje, si igualmente no le va a dar importancia-. refunfuñé. 
-Está bien, me comprometo a ayudarla y espero que no sean suposiciones de usted-. contestó con determinación. 
Salí del despacho y me dirigí a ver a Ernesto. Gracias a su profesión, él me ayudaría. Le expliqué todo y mi temor por Elaisa. Habló con su jefe y salimos de allí. Había obtenido una orden de allanamiento. Cuando llegamos, la puerta estaba abierta. La casa, que en presencia de Elaisa estaba limpia y ordenada, volvía a lucir empolvada y ruinosa, como siempre. Bajamos al sótano, que también estaba vacío, ni rastro del pasadizo. Ni símbolos, ni cadáver, ni Elaisa, nada. Sólo brillando sobre la mesita del rincón, la pulserita de oro. 

 -¡No entiendo! ¿Qué, qué... paso?¿A dónde esta todo?-. exclamé llorando con una gran confusión.- ¡Ti, tie, tiene haber algo en el sótano! te...

-Tranquilízate, Meri, seguro, debe ser que se mudó-. dijo Ernesto intentando calmarme. Pero yo ya no lo escuchaba.
Luego de haber pasado tres fluidos años de esté incidente, yo caminaba tranquilamente, por la plaza más concurrida de mi localidad, observando los árboles descuidados con las ramas secas, cuando me tropiezo con una jovén, que provocó en mi una sensación de haberla conocido de toda mi vida. Ella, con los ojos remarcados por profundas ojeras, me sonrió y me dijo: "Hola, soy de tu calle, la nueva vecina". En rompecabezas estaba unido, y mi pasado de locura irreal se tornaba real y concreto. 

 Este siempre había sido un barrio tranquilo, de casas bajas, donde los niños juegan rayuela tranquilos en la calle, sin que nadie los perturbara. Fue así siempre, hasta que aquella rara epidemia comenzó a llevarse los niños. Los que tenían o iban a cumplir los siete años iban de a poco enfermando con fiebres extrañas, que los consumía paulatinamente. Algunos tras curarse, desaparecieron misteriosamente. Los otros fallecieron irremediablemente. Mi alocada imaginación enseguida conectó aquellos hechos con la casa. Pasado un tiempo, ya no hubó más muertes, por lo que  todo se olvidó. Un soleado día de primavera, la vieja casa de enfrente abrió sus ventanas. Una hermosa joven se asomó saludándome ansiosamente. Crucé la calle sorprendida para hablar con ella, se llamaba Elaisa. Su abuela había muerto recientemente, y le había dejado unos pesos, con los que pudó comprar la casa casi regalada, y el resto lo utilizó para vivir, durante terminaba la  primaria en la nocturna de Verónica. Trabajaba de mucama, hasta altas horas de la noche, quería algo mejor. Nos despedimos esa tarde, ya casi siendo amigas.

3 comentarios:

  1. Mejor, Rochi! Pero fijate que el primer párrafo no se lee bien... Igual, todavía hay muchos errores...

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  2. Rocío, no se encuentra publicada la actividad sobre movimientos migratorios

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