domingo, 30 de noviembre de 2014

La Ruleta. Titulo: las ninfas de la esperanza.

Yo, ese tipo de ser sensible.
 Noches lloviendo penas de deseo y esperanza. Chistosos violines suenan en mi mente.
 Pasado embotellado en un frasco de mermelada.
 La cortina azul ilumina levemente el cabello dorado de ella.
 Ella, tan sola con sus ojos color café que parecen cantar canciones del alma.
Un fuerte huracán ruge  palabras.
Suspiro de rosas secas color ámbar gritando a los mil vientos los secretos abisales del corazón.
El silencio, en la calma de sus tristes recuerdos, que van muriendo.
 Las lágrimas que algún día derramo, esas saladas y brillantes iguales al mar.

 Los cantos de las sirenas anunciaran la felicidad de mañana.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Reflexión

Yo estuve en el grupo uno, trabajamos con "El santo y la limosna" (ese es el cuadro). Creamos una historia sobre la vida de un ladrón, Ramón que a partir del robo del santo de una iglesia se desataban muchas situaciones dejando bien en claro que era un ladrón. El grupo estaba integrado por: Lucia Delgado, Ramiro Carnecky, Ignacio Burruchaga y yo.
Fue una buena experiencia para mi vida, fue una ejercitación interesante el imaginarme que haría yo en el lugar del protagonista, es decir ponerme sus zapatos. También me ayudo a madurar, en muchas diferencias que hay entre trabajar así o solo, una muy grande es que trabajando solo, no tenes que discutir ideas, solo son las tuyas. Es bueno trabajar solo, pero al trabajar en grupo hay más ideas en juego y más talentos por ejemplo: uno tiene buena ortografía, el otro es creativo, otro no tanto. De esa forma sale un mejor producto, porque al trabajar singularmente no hay nadie que sepa más o menos, sos vos solo no hay nadie que gracias a que sabe más de algo que vos pueda aportar sus ideas. Por eso sale un mejor producto, además el saber aceptar las ideas del otro y que el otro las acepte es algo fundamental, por eso te ayuda a madurar, ser mejor persona, y no tan egocéntrico. A llevarte mejor con las personas y etc, también otro ejemplo: los genios de la historia no fueron ellos solos sino muchas y muchas personas que mejoraron sus ideas, o trabajaban en grupo. 
Hubo un chico que no participo mucho, nada. Yo también sinceramente me olvide un tiempo, otros dos chicos colaboraron mucho. Yo al principio participaba mucho, pero después decía bueno me conecto el viernes y luego el otro viernes, y así, nunca lo hacia. Igual  fue una linda experiencia, siempre uno quiere que le toque un grupo de amigos, pero más allá de eso aunque te toque un grupo de amigos siempre va a haber uno o dos chicos que no lo sean (no es mi caso, yo no tengo muchos problemas con respecto a eso, igual me toco un grupo de gente que me llevo bien) igualmente no podes no trabajar por eso, al contrario.
Yo cuando empezamos si participe mucho, pero al final tendría que haber sido más esforzada y haberte puesto más tiempo al trabajo. Los chicos si dos trabajaron mucho, hubo uno que no hizo casí nada. Yo daba ideas, al final estaba sin creatividad, y no sé que me paso.
Nunca discutimos mucho, ya que es un cuento y si queríamos terminarlo no era la mejor idea. Hubo bastantes acuerdos con respecto a la historia, unos la querían de otra manera y otros de otra.
Yo siempre fui de aceptar las ideas de los demás, la verdad no me parece coherente discutir primero antes de ver si lo que propone tu compañero es mejor que lo que propusiste. Los demás también, no me toco con ninguna persona egoísta. Se sentía muy bien cuando participabas mucho, desde siempre me gusto colaborar, no sé si me gusto como quedo terminado el cuento, se que es un buen trabajo. Pero a mi esté tipo de historias no son las que más me agradan, yo prefiero fantásticas o no sé de otra cosa.
No soy de las personas que le tienen miedo a la hoja en blanco, a mi me da más miedo cuando estoy cansada y escribo. Porque me puede salir cualquier cosa.  
El producto final:


El santo de mi vida
GRAMAJO_Con-el-santo-y-la-limosna.jpg

Acá estoy yo, paralizado frente al astillado espejo que cuelga de un fino hilo de la punta de un clavo, ya no sé qué hacer con mi vida: el santo que tengo acá en mi casa no da señales, y la pobreza me está comiendo vivo.
   Las ofrendas que le doy al santo de la Iglesia San Ramón Nonato no dan resultado, parece que ni al santo le importa mi vida…
   Mi vida está vacía, sin familia ni amigos… Lo único que me queda de mi familia es este collar de la suerte en forma de carta. Pero yo sigo teniendo fe. Soy tan desdichado que le hablo al espejo como si éste me pudiera responder. Estoy vacío, la vida no tiene sentido y estoy avizorando un futuro de miseria y de disgusto. Necesito dinero y por él soy capaz de hacer lo imposible.
   Ya estoy rendido ante mis pensamientos, todo es inútil y ya no sé qué hacer… La única solución posible, aunque no la desee, es el robo. El robo es un delito, ya lo sé, pero no hay más opciones, la solución es única, otra opción no hay.
   Pensé por horas qué podía hurtar, pero no se me caía una idea: un auto, un secuestro… No eran muy buenas opciones ya que llamarían mucho la atención de la policía...

   Ya es domingo. Estuve toda la noche sin dormir ni sentir el más mínimo cansancio. Como era mi costumbre, exactamente a las doce tenía que ir a la iglesia a otorgarle ofrendas al Santo.
   Salí de mi pequeña casa, hoy el día es distinto a todos los días en Tucumán, está como más ventoso y más frío,  me parece raro que haga tanto frío en mayo, ni me quiero imaginar lo que será este invierno… El lugar sigue igual que siempre: con mucha basura y lleno de todo tipo de olores nauseabundos.
   No me importa el frío que tengo. Camino hacia la iglesia observando con atención el pueblo. Monteagudo para mí es una de las ciudades más lindas de Tucumán, lástima que yo vivo en este pueblo, que es uno de los más pobres de por aquí: es pequeño y  está lleno de casas precarias como la mía,  unas pegadas a las otras.No tenemos un centro grande, solo un supermercado. Sin dudas, lo más importante de lo poco que tenemos es la iglesia: San Ramón Nonato, a la cual voy todos los domingos.
   De pronto empieza a lloviznar, me quedo parado mirando cómo  el cielo se va llenando de nubes hasta quedar si una sola luz del sol. Agarro mi collar de la suerte y miro otra vez al cielo pidiendo por favor que este día sea especial, que se me ocurra algo para vivir mejor.
   Llegó a la iglesia, sigue lloviznando, me paro en la puerta y saludó amablemente al policía Juan Quiroga. Es un hombre alto y barbudo, muy creyente y siempre cuida la iglesia los domingos. Entró aliviado, afuera hace mucho frío, camino por los anchos y rojizos pasillos de la iglesia. Entonces, lo veo: gigante, majestuoso… Pienso: “Debe valer una fortuna”.
   El santo es de madera, está total e increíblemente decorado… Tengo que admitir  que, a pesar de  que vengo todos los domingos, jamás había reparado en él.
   Ya estoy de vuelta en mi casa, bueno... en este amontonamiento de chapas rotas y maderas podridas, y tengo mucho frío… Pero ya conozco mi objetivo, lo único que me falta es encontrar la manera de robarlo.
   Ese santo sería mi salvador después de todo… Sé que no es el santo al que le dejo ofrendas pero al menos tendré un santo que estuvo en la iglesia. Y siento que me va ayudar, que será el que me otorgue una vida digna para un hombre de Monteagudo.
   Después de muchas horas pensando cómo iba a robar el santo, me rendí y decidí improvisar, sin tener un plan muy ingenioso. Como mañana es lunes, no creo que haya mucha gente, y creo que Juan, el policía, no trabaja los lunes… Ya me decidi, lo voy a hacer…

   Creo que son las diez de la mañana, y recién me despierto: el rayo de sol me da justo en la cara, estoy tan cómodo y calentito que casi se me olvida lo que tengo que hacer, entonces me despierto rápido y salgo.
Hoy el día no está como ayer, hoy el cielo está despejado y no hace frío, así que camino tranquilo y despreocupado.
   Ya es la hora, tengo que hacerlo, estoy en la puerta y no veo a nadie, así que decido entrar. Recorro el mismo camino que hice ayer para encontrarlo: ahí está, en el mismo lugar, observo que no haya nadie y lo agarro… Y entonces veo que detrás del santo está la limosna guardada, así que también me la llevo.
   Con las dos cosas no puedo. Decido guardar el santo abajo de mi remera pero no me entra, entonces tengo que llevar las dos cosas entre mis manos, cosa que es muy difícil. Cuando salgo, accidentalmente, se me cae el santo al piso y escucho gritos. Me doy vuelta: es Juan Quiroga, el policía. No tenía ni idea que trabajaba los lunes...          
   Entonces, levanto al santo rápidamente y empiezo a correr como puedo, intentando que no se me caiga nada… Juan jura que si no le devuelvo el santo me mata.
  
   Ya había perdido al policía cuando veo un colectivo a punto de avanzar en la  parada, me trepo rápidamente y me siento en el fondo pensando en lo ocurrido.                   Siento que la gente no hace otra cosa que mirar al santo.
   No sé qué hacer con mi vida,  solo tengo el santo y la limosna.
   Es increíble, la única vez que el dinero no me falta, no me siento bien, siento que la culpa es más pesada que el santo y la lucha por escapar de ahí.
   El autobús avanza como las horas, sin saber siquiera hacia donde me dirijo, la gente sube y baja y yo permanezco inquieto en el mismo asiento. Mi vida pasa ante mis ojos, todos mis logros y fallos, mis buenas acciones y las malas. Mi vida será diferente a partir de ahora, no tendré los problemas económicos que me venían atormentando, seré, de una manera u otra, un hombre feliz.
   El autobús avanza y me entero por el altavoz que me dirijo hacia Buenos Aires…

    Llegué hace dos horas a la terminal de Retiro y hay mucho más movimiento que en Tucumán. La gente va apurada por todos lados y me veo totalmente fuera de lugar.
Camino lentamente hacia la salida cuando un hombre me toca el hombro
   -Hola, soy Edgardo Salgado, Jefe del club de arte de Palermo.- ¿Me está hablando a mí? ¿Porque un jefe del club de arte de Palermo me hablaría a mí? La verdad no se aparenta como un jefe pero lo sigo escuchando atentamente.- Veo que llevas contigo una pieza muy interesante, ¿es tuya?
   Me quedo callado por unos segundos sin responder.-Si, la estuve haciendo en Tucumán y quería ver si tenía éxito acá en Buenos Aires.- respondí con miedo de que no me creyera ¿y si era una trampa?
   -El éxito no llega solo- me dijo - y yo te puedo ayudar. Ven a mi oficina el jueves al mediodía y discutiremos condiciones. ¿Te gusta la idea?
-Claro que sí- dije sorprendido.
   El señor se aleja y yo me quedo estático, como no soy artista y no tengo la menor idea sobre el tema no sabía qué decir en la reunión, pero sí sé que esto puede cambiar mi vida.
   Estoy durmiendo en la plaza San Martín donde me preparo para el Jueves, que será, seguramente, el día más importante de mi vida…

   Llegado ya el gran día estoy un poco nervioso, voy por la avenida Santa Fe hacia la oficina de Salgado. Transpiro mucho, debe ser producto de los nervios.
   Llego al edificio, las grandes columnas y ventanas me hacen sentir presionado pero no le doy importancia y subo al ascensor, marco el piso 35 y subo directo a su oficina con el santo entre las manos.
   Salgado me esperaba con un banquete de bienvenida, era claro que se interesaba en “mi obra”. Me invita amablemente a sentarme en su escritorio y me cuenta su propuesta, que consistía en exponer el santo en el Malba y esperar por un comprador, él se quedaría con una parte del dinero de la venta. Me pareció bien la oferta , la acepté y le entregué el santo que sería puesto inmediatamente en exposición.
Pasaron algunos días y cuando voy a la recepción del hotel me dicen que tengo una carta. La leo y es de Salgado, me está diciendo que encontró un comprador para el santo que quiere cerrar el trato lo antes posible.
   Paro un taxi en la esquina y me voy hacia el imponente edificio en el que se encuentra la oficina de Salgado. Allí marco nuevamente el piso 35 y llego a destino.
El comprador era el brasileño Paulo Da Silva, un admirador del arte religioso popular muy conocido en el mundo, a quien yo, un hombre pobre de Monteagudo, no conocía.
La oferta era clara: ofrecía un millón y medio de dólares por el santo.
   Hablo con Salgado a solas y opina que la oferta es conveniente. Él se quedaría con medio millón y yo disfrutaría del millón restante.
   La transacción se realizó sin problema alguno y cada uno retomó su vida... Ahora ya no soy un pobre tucumano, sino un millonario que puede disfrutar de su actual fortuna.
Con el tiempo me compré una casa y aprendí a manejar, conseguí importantes inversiones de las cuales podría vivir mucho tiempo.
  
   Esto ya no daba para más, ya estaba cansado de ver todo tan arreglado y perfecto. No estaba, acostumbrado a tanto lujo, tanta plata. Mi cabeza no paraba de dar vueltas, no podía dejar de torturarme. La pobre iglesia sin su santo, las personas creyentes como yo sin un santo. Fui muy egoísta.
  Comienzo a pensar que hay que darle un fin a todo esto, mañana mismo parto para Tucumán. Pensándolo bien, vivir “bien” no era para mí. Mientras hacía la valija, mi mente entraba en un vaivén de dudas, mi cabeza explotaba. Era como si tuviera dentro una pelotita rebotando, diciendo en un lado “si” y en el otro “no” continuamente.          No obstante, mi decisión era muy firme no voy a renunciar, voy a hacer lo correcto.   Diré la verdad.
 Camino hasta el Malba, pensando como será mi vida ahora que voy a decir a verdad.    Entro, saludo a todo el personal amablemente porque ya me conocían, llego a la oficina de Salgado y lo veo a él  hablando con Juan Quiroga ¿Que hace acá él? Me agacho para que no me vean e intento escuchar algo pero como soy tan tonto me caigo, haciendo un ruido enorme. Me vieron ya no sé qué hacer. Entonces salgo corriendo lo más rápido que puedo, Juan me está persiguiendo, ya no puedo  más me canse, sin embargo veo una tienda y sin pensarlo me meto. Por suerte Juan no me vio y siguió corriendo, espero unos minutos para estar seguro de que no esté salgo miro para todos lados y no veo a nadie. Con mucho miedo voy corriendo hasta mi casa.
   Dormí con mucho miedo pensando en qué estaría pasando. De la nada, tocan el timbre, abro la puerta y desgraciadamente era un policía, pero no era Juan. No sé qué hacer si correr si cerrar la puerta...
   -¡Vos no te vas a ningún lado!-me dice, intento escapar pero no puedo, y me agarro con mucha fuerza y me puso las esposas.
   Entré en una especie de trance a partir de ese instante, no recuerdo como llegué a comisaría pero ahí estaba. Sentado delante de una policía gorda, que me ametrallaba con un montón de preguntas que me aturdía. No entendía nada, contestaba automáticamente todo, no me pregunten que dije. En un momento me quedé más solo que nunca la policía se fue, pero todavía no entiendo cómo me descubrieron, yo no dije nada. Como me encantaría que mi santito estuviera acá conmigo, para sacarme de este calvario. Me puse a rezar, para que me ayude una última vez:
   -¡Dale, che ya no te pido más nada!-. Desesperado apoyé con tristeza mi cabeza en la fría mesa, esperando que algo suceda. Lo único que sucedió fue que apareció un policía. Y me explico todo, al parecer todo esto fue un plan para atraparme. Salgado era un viejo amigo de Quiroga y planearon todo esto, cuando Quiroga me vio subir al micro inmediatamente llamó  a Salgado para que vaya a retiro y para que me mienta con lo del Santo. Hicieron todo esto para ver si yo decía la verdad, pero al final les termine mintiendo a todo el mundo. Conclusión que no existe ningún Paulo Da Silva que le interese el santo, me pagaron pensando que yo no aceptaría tanta plata y diría la verdad, pero no porque soy un egoísta y mentí. El Santo ya está en la iglesia San Ramón Nonato, lo llevaron ni bien lo entregue.
  -Ahora estás condenado a 4 años de prisión, por robar el santo y por mentir sobré el robo.-me dijo el policía.
   Cuando escuche 4 años apenas intenté hablar pero perdí el conocimiento.
   Me desperté en una cama de un  hospital, me sorprendí al ver que a mi lado estaba Juan. Ahora entiendo que todo esto lo planearon para quedarse con el santo y matarme de una vez. Juan me dijo que ni bien me recupere me mandan a prisión. Esas fueron  las peores palabras en mi vida que escuché. Con eso digo todo, mi vida ahora esta arruinada por completo.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

La poesía. El cielo amatista

Las brujas de las altas montañas
reunidas alrededor del espejo
Las fuerzas de la noche rosadas
Lejos veía su mágico reflejo
La criatura nocturna soñaba
El cielo azulado ya estaba espeso 
Y allá las brujas danzaban tonadas