El estrés me contraía. Era una de esas situaciones, en las que ni pensás lo que hacés, de tanto trabajar. La pequeña salita del hospital de este pueblito, estaba muy limpia, a pesar de ser diminuta.
La pared verde de la habitación, de esa clase de color que lo miras y te causa dolor de cabeza. Estoy sentado en la incómoda camilla de color negro, pegaada contra la pared y miré a través de una ventanita, por la que no podría entrar ni un gatito recién nacido. No entraba ni una sola gota de sol del día más soleado. A oscuras de luz natural* pero iluminado con esa luz artificial blanca horrible.
La suciedad que tenía mi guardapolvo de medico, la transpiración, todo mugroso. Ay, pensé: "Estoy acá desde las 7:00 A.M, lo que nunca en mi vida".
De repente deje de estar distraído . Me frote mi cabeza, mire el reloj y dije con firmeza, pero por lo bajo.
-Noo, perdí tres minutos y medio de mi descanso, observando cosas sin importancia. Ya llegaba mi próximo paciente, era un caso urgente. Me dije a mi mismo: otra vez el mismo problema, el mismo sintoma producido por un rumor pueblerino. Lo creo la famosa viejita, decía todo el tiempo: "Algo malo va a pasar en este pueblo".
Me estaba quedando dormido, cuando entró una chica corriendo. Las enfermeras la ayudaron para que no se lastimara. Tenía el cabello marrón rizado, y se agarraba fuertemente la panza. Miró por la ventana, como si algo malo pudiera entrar por ahí. La observé como si esto fuera una situación normal y con cara de estar a punto de morir, dijo.
- Doctor, doctor, doctor- Repetía con voz nerviosa.
La agarre del hombro, para tranquilizarla y le dije.
-Tranquilícese, para que yo pueda saber que le pasa.
-Es, es, que el sol me quema. Siento puntadas en la panza. -Respiró y dijo:- La viejita de la vuelta de mi casa, dijo, que algo malo pasaría y me toco la panza.-Temblaba mirando el brillo del piso.
-Señorita, nada de lo que dijo la abuela esta asegurado. Es solo un rumor.Déjeme revisarla.-
Intento que no se note que ya estoy harto de este tema.
Se acostó en la camilla, muy nerviosa, casi a punto de llorar. Una hora después de haberle dicho muchas veces que era un falso rumor, afirmé muy seguro:
-Mire, señorita, usted se encuentra muy bien físicamente. No tiene nada de lo que usted piensa. En todo caso, el rumor la influenció demasiado y por eso se siente dolorida.
La señorita me miró y poco a poco dejó de temblar. Se quedó unos minutos parada, empezando a respirar bien. Me miró a los ojos, me dió las gracias por ayudarla y se fue.
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FIN
* Que no entra luz natural, o sea que estoy a falta de luz solar.
Rocío Pedernera.
Rocío Pedernera.